Publica el blog "Cuarto Poder" este artículo de opinión de Carlos Fernández Liria:
Continúo ahora mi respuesta a los tres artículos que Juan Manuel de Prada dedicó a mi libro En defensa del populismo. Empezaré
hoy con lo más sencillo y menos relevante. De Prada, como es habitual,
me relaciona con Venezuela, primero porque recibí ahí un premio por mi
libro El orden de El Capital, como
si eso demostrara no sé qué cosa sospechosa.
Conviene señalar al margen
que el jurado de este premio internacional no estaba formado por
familiares de Hugo Chávez sino por reputados intelectuales latinoamericanos, presididos por el argentino Atilio Borón,
al que estoy seguro que Juan Manuel de Prada, opine lo que opine de él,
no tiene ninguna intención de faltar al respeto. Por otro lado, la
llamativa cuantía del premio quedó bastante mermada por mi colaboración
con la Hacienda española, que se quedó con la mitad. En cuanto a la “chamusquina venezolana” que dice De Prada olfatear en mis libros, eso daría demasiado que hablar.
En todo caso, no considero a De Prada tan ingenuo como para creerse
la propaganda mediática que sobre Venezuela llevamos sufriendo en este
país desde hace dieciséis años. Se puede opinar lo que se quiera de Maduro
o, antes de Chávez (yo mismo me explayaría criticando infinidad de
cosas), pero Venezuela es una democracia y ningún observador
internacional (empezando por Jimmy Carter)
ha puesto en duda jamás sus procesos electorales. Creo que ya está bien
de comparaciones surrealistas con Arabia Saudí y cosas así. A mí
tampoco me gusta el resultado de las elecciones en España y no por eso
creo vivir en una dictadura teocrática.
Enrique Capriles, el principal líder de la
oposición, que los medios de este país pintan como un pacífico
socialdemócrata, durante el golpe de Estado del 2002 asaltó a mano armada la embajada de Cuba y participó en el secuestro de varios ministros del gobierno constitucional. De todo ello informó sobre el terreno el periodista francés Maurice Lemoine, en Le Monde Diplomatique. A su vez, el famoso Leopoldo López,
en España, habría ido a la cárcel con varias decenas de años de
condena. Primero, por participar activamente en el golpe y luego, en el
2014, por incitar y organizar la violencia terrorista en manifestaciones
no autorizadas que tuvieron un saldo de 47 muertos.
Ignacio Ramonet y yo estuvimos reunidos con las víctimas de la kale borroka
caraqueña organizada por Leopoldo López. Le recomiendo a Juan Manuel de
Prada que haga lo mismo o que, por lo menos, por contrastar un poco,
lea también las noticias de Le Monde Diplomatique, además de las
habitualmente cocinadas por nuestros oligopolios mediáticos.
Cuando Albert Rivera llegó al aeropuerto venezolano,
algunos periodistas le persiguieron preguntando: ¿qué hacen ustedes en
España con quienes promueven la violencia armada en manifestaciones no
autorizadas? ¿qué hacen con los que asaltan embajadas a mano armada?
“Tenemos jueces y tribunales”, respondió entre dientes el líder de
Ciudadanos. Por lo visto, en su opinión, en ese país caribeño todavía no
tienen de eso, así de incivilizados están esos indios.
Todo esto no es obstáculo alguno para juzgar muy duramente la gestión
de gobierno de Maduro. Hay muchos grupos políticos que lo hacen. Hay
una oposición democrática en el interior de Venezuela. Lo que ocurre es
que en España se hace muy difícil hablar del asunto, porque los medios
han logrado hacer pasar por la única oposición legítima a las fuerzas de
ultraderecha golpistas y terroristas.
En un congreso internacional celebrado hace unos meses en la UCM sobre el pensamiento de Michel Foucault, hubo un ponente venezolano, Jorge Davila,
que abordó el tema “Foucault y la cuestión del derecho”. En el debate
correspondiente, uno de los presentes entre el público le pidió su
opinión respecto a la situación política de su país, alegando que en
España el ruido mediático impedía enterarse de nada. El profesor habló
del tema largamente, resumiendo su punto de vista ante una sala que lo
escuchaba estupefacta.
Tras exponer su desacuerdo con la condena de
Leopoldo López, porque en su opinión deberían haberle caído treinta
años, explicó una terrible disyuntiva para el pensamiento crítico de su
país: la oposición anticonstitucional que apoyan los medios españoles
tiene tanta fuerza que no deja otra opción que el alineamiento defensivo
con el gobierno de Maduro, pese a toda su innegable podredumbre. “Es
muy difícil hacer oposición -declaró- cuando, al mismo tiempo tienes que
alinearte con el gobierno para defender el orden constitucional.
Estamos entre la espada y la pared”.
No quiero gastar más tiempo repitiendo el trabajo de síntesis que ya han hecho otras personas. Recientemente, Lidia Falcón ha publicado dos artículos
en los que resume muy bien eso que De Prada llama “chamusquina
venezolana”, explicando quiénes son y han sido los aliados
“socialdemócratas” de Felipe González y ahora de Pedro Sánchez.
¿Hay alguien que se haya atrevido a responderla? ¿Podría Juan Manuel de
Prada tomarse quizás la molestia?
Por sus afinidades ideológicas,
quizás le resulte más atractivo refutar el resumen que hacían de la
situación las Hermanas del Sagrado Corazón de Venezuela, el pasado 17 de
mayo y que Juan Manuel Aragüés
citaba hace poco en un excelente artículo: “La escasez en este
maravilloso país no es producida por este gobierno, ni por ningún
gobierno de antes ni de los que vendrán después. Es producida por una
industria capitalista, burguesa, manipuladora en sus precios y
ganancias, empecinada en tumbar este gobierno legítimamente elegido con
los métodos electorales reconocidos en el mundo entero. Porque es una
dictadura financiera la que vivimos, es un golpe industrial que
sostenidamente no produce suficiente porque no quiere” (aquí).
Hay que señalar al margen -una vez se lo dije a la presentadora de la televisión golpista venezolana, Nitu Pérez de Osuna-,
que no sólo los españoles desconocen la realidad venezolana. La mayor
parte de los venezolanos que suelen hacer declaraciones en los medios de
comunicación europeos, jamás han entrado (ni han pensado siquiera en
hacerlo) en los barrios pobres donde malviven los millones de
venezolanos que fueron la base electoral del chavismo. Es como si los
habitantes de La Moraleja explicaran la realidad social española sin
jamás haber puesto un pie fuera de su barrio residencial. La verdad es
que en esos barrios no se atreve a entrar ni la policía. Yo sí he vivido
ahí, gracias a una amiga exatracadora de bancos que me ha hecho de
ángel de la guarda en mis investigaciones. A quienes tengan interés por
conocer un poco de cerca esa realidad, puedo recomendarles a mi
“malandra”, que estará encantada de acompañarles en la ruta turística
(ya ha habido algunos periodistas que lo han hecho y, les puedo
asegurar, que han cambiado radicalmente sus puntos de vista).
Pero dejemos el tema. Lo he sacado a colación por atención a Juan
Manuel de Prada, porque lo que es por mí hace mucho tiempo que perdí la
esperanza de explicar nada sobre el asunto en este país. Hace ya años
que me expulsaron en directo de la cadena SER tan sólo por pedir que se leyera en voz alta el editorial de El País apoyando el golpe de Estado de abril del 2002.
Es inútil discutir con golpistas cuando tienen la sartén por el mango y
son dueños de un imperio mediático. Hay ya tantas mentiras en juego que
la tarea es una causa perdida y no merece la pena.
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2016/07/03/chamusquina-venezolana/8787
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