Publica "Runrun.es":
En la oscuridad, el almacén luce
como cualquier otro, con los sin techo durmiendo en sus sombras. Pero en
su interior, los trabajadores vacían silenciosamente bolsas de plástico
con mercancías tan valiosas que las turbas han robado de los vehículos
de reparto, disparando a los parabrisas de los camiones e hiriendo a su
conductor. Soldados y policías rodean el depósito dándole a los vecinos
la sensación de una guarnición militar.
“Es sólo queso”, dice Juan Urrea,
conductor de 29 años, al tiempo que descargan miles de libras de queso
blanco venezolano de su camión. “Nunca ante vi algo así”, agrega.
La lucha por comida ha comenzado en
Venezuela. Cualquier día, en ciudades a lo largo de esta desesperada
nación, multitudes hacen fila para los supermercados. Manifestantes
toman las calles por el alza de precios y la escasez de los insumos
básicos. Los mejor posicionados económicamente improvisan y compran
comida online que llega desde Miami.
Las familias de clase media lo
hacen con menos: café sin leche, sardinas en lugar de un bife, dos
comidas diarias en lugar de tres. Los pobres arrancan mangos de los
árboles y contrabandean para sobrevivir.
“Esto es salvaje”, comenta Pedro
Zaraza, un despachante de combustible, quien miró una turba el viernes
fuera de un supermercado, que fue dispersada por el ejército. “Las
autoridades están perdiendo el control”.
Lo que ha sido una crisis en cámara
lenta parece encaminarse hacia una nueva y más dramática fase. El largo
declive económico del país con las más grandes reservas de petróleo
muestra signos de convertirse en una emergencia humanitaria, con un mal
manejo gubernamental y bajos precios del crudo que provocan una escasez y
una inflación que podría sobrepasar el 700 por ciento este año.
El hambre
El rumor se corrió a gran velocidad
en una noche reciente de martes, en las pobres áreas cercanas a
Barlovento, una hora al este de Caracas. Un camión que transportaba
arroz había volcado y la comida estaba allí para ser tomada. Glenis
Sira, madre de siete niños, tomó una bolsa plástica y corrió desde su
precaria casa. Más de mil personas se le unieron para ir en busca del
botín cerca de la población de La Fundación, antes de darse cuenta de
que no había un camión con arroz, que sólo había sido un rumor.
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