Publica "El País":
Interior recibió a principios de mayo un escrito judicial con 31 medidas urgentes para solucionar las deficiencias del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Algeciras: "Absolutamente indispensables para cumplir con los derechos reconocidos por la legislación española". Esta advertencia llegó solo unos días después de que el Gobierno, tras años de denuncias de los colectivos humanitarios, pactase con el Ayuntamiento de la localidad gaditana una inversión de 20 millones de euros para construir una nueva instalación que sustituya en 2018 a la actual. Pero, ¿qué pasa mientras tanto? Que los internos y los agentes que los custodian viven en una situación "de gran riesgo", según fuentes policiales y de las ONG.
EL PAÍS reconstruye una jornada en este centro con testimonios de internos, voluntarios y policías; y con las respuestas parlamentarias del Gobierno a la senadora Maribel Mora (Podemos).
08.30 horas. Toca despertar. Empieza la actividad en este centro, dividido en dos complejos (Algeciras y Tarifa) separados por 21 kilómetros. Fue el CIE que más inmigrantes acogió en 2016: 3.100 hombres y mujeres. Y aunque la ley especifica su carácter no penitenciario, casi reproduce la vida en una cárcel. O peor.
Hay barrotes en las ventanas. Los internos atienden a sus visitas separados por mamparas. Los custodian una treintena de policías con pistola, divididos en turnos de seis efectivos. No hay calefacción ni aire acondicionado. En las paredes de los baños perviven las marcas de los urinarios rotos y nunca reemplazados. De las esquinas brotan cables pelados. Se controla el uso de los bolígrafos porque en el pasado se usaron para peleas y autolesiones. Y en caso de incendio, esta antigua prisión del barrio de La Piñera puede convertirse en una trampa mortal: carece de un sistema de apertura automática de las puertas de las celdas, clausuradas porque no valían para los presos y reutilizadas desde 2003 para acoger a inmigrantes sobre los que pesa una orden de expulsión.
Cables sueltos, desconchones y humedades
"Queremos que se cierren las instalaciones que no reúnen las condiciones de salubridad mínimas. Y el CIE de Algeciras no las cumple", recalca un portavoz del Sindicato Unificado de Policía (SUP) de la ciudad. "Los funcionarios trabajan en una situación indigna: con desconchones, humedades, cables sueltos, un mobiliario de descanso viejo y roto...", continúa al describir unas instalaciones donde los extranjeros pasan un máximo de dos meses: hasta que son expulsados o quedan libres.
Son 60 días de "desesperación", según las ONG. "No se dispone de dependencias para la permanencia de personas internadas por enfermedad física o psíquica", reconoce el Ejecutivo, aunque añade que a estas se les puede trasladar al hospital de Algeciras o al centro de salud de Tarifa. Eso sí, previa autorización de la dirección. "En el supuesto de que fuese necesaria la separación temporal de algún interno por razones médicas, se utilizarían habitaciones libres existentes del módulo C", añade.
"Los internos se encuentran en una situación límite. No se garantiza un mínimo de habitabilidad", asegura Jesús Mancilla, de Algeciras Acoge. "Hay habitaciones de hasta 24 personas", añade sobre el anexo tarifeño: "Muchas quejas son por los aseos. Están dentro de la habitación, separados por un pequeño muro que llega hasta la cintura. Los compañeros te ven cuando estás haciendo tus necesidades. Y, además, el váter es un boquete en el suelo".
Desde que se levantan, los sin papeles disponen de una hora para recibir visitas, según el reglamento interno. "Fuera del horario, deben ser autorizadas por el director", especifica el documento, que permite un segundo turno de las 18.00 a las 20.00. Y advierte de los cacheos: "Por motivos de seguridad, podrá ser sometido a registros sobre su persona, ropa o enseres, así como de su habitación con usted presente".
09.30 horas. Con el desayuno arranca el lento descontar de horas. Todo está tasado y reglado. Hasta el afeitado. "Los internos tienen la posibilidad de asearse en las habitaciones. Por seguridad, lo hacen en la zona de duchas", explica el Gobierno: "El afeitado se realiza los lunes, miércoles y viernes".
10.00 horas. Tiempo libre. Con todo el día por delante, comienzan las gestiones administrativas. Los internos pelean por su futuro desde el CIE. Aquí reciben la asistencia de abogados, psicólogos y traductores. El Ejecutivo reconoce que en 2016 hubo 39 solicitudes de protección internacional. "Pero, la inexistencia [en determinadas horas] de un traductor vulnera sus derechos, dada la dificultad de comunicación con la policía que gestiona el centro", denuncia un informe de Algeciras Acoge, que remacha: "En la práctica, no hay psicólogo". El Gobierno asegura, sin embargo, que este complejo se sirve de intérpretes de la comisaría local —"Y Cruz Roja cuenta con varios, entre sus trabajadores"— y que reparte documentos informativos en español, inglés, ruso, japonés, rumano, portugués, francés o árabe.
¿Pueden ir al médico en esta franja horaria? No, según reconoció el Gobierno a finales de 2016, cuando explicó que no daba ese servicio "al tratarse de una plaza que quedó vacante por falta de peticionarios".
13.00 horas. Hora de la comida. El 82% de los encerrados en 2016 en Algeciras procedían del África subsahariana. 770 llegaron desde Costa de Marfil y 525, desde Gambia. Además, 397 eran marroquíes. Todo ello marca el día a día. Porque la mayoría son musulmanes. "Se facilita que los internos respeten la alimentación, ritos y fiestas de su confesión", asevera el Gobierno: "Hay un imán en Ramadán".
13.30 horas. Comienza un periodo valle: tiempo libre en las habitaciones. "En mi última visita, observé humedades recubiertas con chapa, decadentes patios y la ropa tendida en las rejas de las ventanas porque no hay tendederos", cuenta la senadora Mora. "Las puertas de las celdas se cierran con cerrojo y candado", describe la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. El reglamento es tajante: "Fumar dentro está prohibido".
18.00 horas. Tiempo de esparcimiento en el patio. Los internos cuentan con máquinas de comida, bebida, tabaco, juegos y libros. Sin embargo, los teléfonos son lo más demandado. "La dirección facilita, por razones humanitarias, los del propio centro a los extranjeros sin recursos", explica el Gobierno. En esta franja horaria, también pueden lavar su ropa. De enero de 2016 a febrero de 2017, el Estado gastó 18.170 euros en proporcionar vestimentas. "Tienen que entregar un kit con chándal, dos camisetas, zapatos, varios calcetines y calzoncillos. En realidad, solo dan una prenda de cada. Además, los internos las entregan para que la laven y la vuelven a repartir indiscriminadamente. Les pueden devolver los calzoncillos que haya usado otra persona", denuncia Mancilla.
20.00 horas. Cena. Último momento del día en el que coinciden la mayoría de inmigrantes. ¿Es buena la alimentación? En un informe de Women's Link Worldwide, una joven de 19 años relató que era mala. Otra, embarazada de dos meses durante su internamiento, la describió como insuficiente.
20.30 horas. De nuevo, tiempo libre en las habitaciones. Desde 2012, el Gobierno ha gastado más de 240.000 euros anuales en mantenimiento. Pero las instalaciones siguen siendo precarias. La defensora del Pueblo, Soledad Becerril, recogió el testimonio de 16 internas que denunciaban el frío y la "continua humedad en las habitaciones". "En invierno les dan mantas para aguantar", describe Mora. El Gobierno manifiesta, por su parte, que el anexo de Tarifa "está ajustado a las condiciones climáticas de la localidad".
23.00 horas. A dormir. Se acaba la jornada. Pero las deficiencias estructurales continúan. "El cierre de esta instalación es posible", resume la senadora de Podemos: "La ocupación media de los CIE ronda el 35%. La clausura de este centro, además de un imperativo moral, no generaría un problema en el actual modelo y conllevaría un trato más digno para los internos y agentes que trabajan allí".
Os ponemos el enlace a la noticia (incluye más fotografías)
http://politica.elpais.com/politica/2017/05/25/actualidad/1495733292_497207.html
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