martes, 8 de agosto de 2017

Antichavistas en Madrid: así son los activistas 'mimados' por la política española


Publica "El Confidencial" (incluye más fotos):

A las nueve de la noche en la Puerta del Sol están Alien y Predator, dos predicadores mormones, una banda de mariachis, Bob Esponja, acróbatas dando brincos, cuatro patrullas de policías, un par de Minions buscando con quién hacerse fotos y los activistas venezolanos contra el chavismo. Con sus gorras y banderas tricolores, unos días con pancartas y otros sin ellas, se han convertido en parte del paisaje. Son un belén viviente y no siempre bien avenido, que se esfuerza por llamar nuestra atención sobre lo que pasa al otro lado del Atlántico.

España se ha convertido en uno de los principales destinos de la diáspora venezolana y en el equipaje se han traído sus preocupaciones políticas. Las cifras bailan, como pasa siempre con la inmigración –con el agravante de que muchos llegan con pasaporte español–, pero según el sociólogo Tomás Páez, autor de este libro al respecto, son ya más de 250.000, de los cuales alrededor de un 30% están en Madrid. La mayoría escapan del deterioro económico y social del país y, en consecuencia, son fervientes opositores al régimen. "Curiosamente la política es lo que más une a la comunidad. Lo normal es que la política divida, pero en España es lo que más nos une", explican.

En las primeras manifestaciones antichavistas en Madrid nos abucheaban y llegaron a tirarnos botellas. Ahora esto ya no pasa

Manuel Rodríguez, representante de un pequeño partido de izquierdas (La Causa Radical), es uno de los que lleva más tiempo aquí. Llegó hace 14 años y los primeros actos públicos que organizó eran casi reuniones de amigos. “En 2004 esto era otra cosa totalmente distinta. En España no se hablaba de lo que pasaba en Venezuela excepto en grupos reducidos. A veces cuando nos manifestábamos nos abucheaban. Y tuvimos algún problema con una gente que se llamaba Plataforma Bolivariana, todos españoles, que nos tiraron botellas”, recuerda.

La caricatura chavista dibuja a los opositores como oligarcas disfrazados de indignados y financiados por poderosos magnates imperialistas. La historia personal de Manuel Rodríguez no tiene demasiado que ver con ese retrato. Quedó enterrado en deudas durante la crisis –tenía dos zapaterías en Madrid– y ahora es técnicamente un 'sintecho'. Dice que duerme en casa de amigos y, cuando hace buen tiempo, se tumba a dormir en la calle, en la zona del Templo de Debod o los alrededores del Palacio Real.

La descoordinación y la falta de unidad ha sido un problema endémico de la oposición venezolana desde que Hugo Chávez llegó al poder en febrero de 1999. Y el problema se ha reproducido en España. Solo en Madrid hay ya representantes de 8 partidos y unas 20 asociaciones distintas en contra del Gobierno venezolano. Los matices por los que se disputan su cuota de protagonismo solo son perceptibles para quienes están muy metidos en la vida política caribeña. “Es una pena que estén tan divididos, a veces es muy cansado trabajar con ellos. Hay rencillas y ves claramente que están preparando su perfil con la expectativa de conseguir un cargo o una cuota de poder cuando caiga el chavismo y puedan volver a Venezuela”, asegura un periodista venezolano afincado en España.

Tú a Colón, yo a Sol

Tras la detención de Leopoldo López y Antonio Ledezma en la madrugada del martes, la falta de coordinación provocó situaciones delirantes. A los teléfonos llegaban convocatorias para ir a Sol, a plaza de España, a Colón… La policía, que se despliega para cualquier acto de protesta autorizado, los esperaba en varios sitios al mismo tiempo. Al final, en algunos puntos no apareció nadie. “Se dividen en grupitos y pierden fuerza. Los venezolanos son muy vehementes y les cuesta ponerse de acuerdo. No están acostumbrados a trabajar en comunidades de inmigrantes porque no son un pueblo acostumbrado a emigrar como sí ocurre con otros colectivos”, comenta un abogado de extranjería que trabaja a menudo con ellos.

Cuando consiguen coordinarse, suman números considerables. La mayor protesta registrada la protagonizaron el pasado 4 de septiembre, cuando juntaron más de 5.000 personas en Sol, la mayor manifestación de una comunidad extranjera que ha habido nunca en Madrid. Rodríguez lo reivindica como un logro de su organización y lamenta que el resto de partidos arañen siempre su cuota de protagonismo.

Otra de las cabezas visibles es Ligia Triana Contreras, representante de Primero Justicia, el partido de Henrique Capriles. Recuerda que cuando empezó a manifestarse, hace nueve años, salían a las calles con carteles que decían “Se buscan venezolanos en Madrid” porque eran pocos y no se conocían entre sí. “Ahora estamos por todas partes, pero antes hacíamos encuentros en bares y restaurantes. Luego fuimos sumando fuerzas”, dice.

Uno de los colectivos más activos es el de los más de 4.000 jubilados a quienes el Gobierno venezolano ha congelado las pensiones. Algunos viven ya en situaciones de auténtica indigencia. “Ahora se ha sumado mucha gente nueva, gente joven. En el censo electoral hay unos 8.200 inscritos, pero el pasado 16 de julio, cuando la consulta popular, sumamos 15.000 votos en Sol y otros 18.000 en Colón. Las cifras son tan diferentes porque el censo electoral se encuentra cerrado desde hace cuatro años”, comenta Triana.

Sin sedes ni políticos en nómina, la mayoría de los opositores compatibilizan el activismo con su trabajo. Muchos se pasan las madrugadas en internet y pegados al teléfono con sus familiares para saber lo que está ocurriendo en el huso horario venezolano. Y lo que van encontrando lo mueven en redes sociales, un rubro en el que los venezolanos en general son especialmente activos ante el descrédito que sufren los medios tradicionales.

“Están vinculados a los partidos políticos venezolanos y hay dos grandes sectores ahora mismo luchando por el protagonismo. Pero les falta experiencia política y no tienen una agenda marcada, ni la más mínima estrategia. Es un activismo muy inmaduro, casi espontáneo. La mayoría son gente que siente rabia por lo que está pasando en su país y su único objetivo es que en España se hable de ello para que los ayuden”, asegura el cargo técnico de un partido político español que ha trabajado mucho con la comunidad venezolana.

Además de las manifestaciones, los activistas organizan caminatas, misas, conciertos e infinidad de charlas y simposios a los que acuden personajes públicos españoles. Y no solo políticos. Por ejemplo Bertín Osborne, casado con una venezolana –Fabiola Martínez– es uno de los más activos. Con los partidos políticos españoles –excepto con Podemos e IU, sus archienemigos– aseguran tener comunicación y colaboración constante. Algunos actos se organizan en sedes cedidas por la Comunidad de Madrid o en las de los propios partidos políticos, que también brindan ayuda logística, por ejemplo, con la instalación de sonido. “No sentimos que nos estén instrumentalizando. Al revés, nos prestan un apoyo muy importante y les estamos muy agradecidos”, dice Adolfo Martini, de la asociación humanitaria ASEVED, que en los últimos meses ha mantenido reuniones con un asesor de la Moncloa y otro de la Comunidad de Madrid.

Escraches

Aunque insisten en que la mayoría no están organizados, el activismo venezolano en España ha protagonizado también varios escraches. Uno de los más polémicos fue el que el hicieron al embajador de Venezuela tras un acto en Aranjuez, una situación muy tensa que quedó reflejada en este vídeo. También han increpado a Pablo Iglesias e Irene Montero, o al economista gaditano Alfredo Serrano Mancilla, uno de los asesores del régimen a quien Nicolás Maduro definió una vez como “el Jesucristo de la economía”.

“El otro día nos enteramos por la prensa española de que los hijastros de Maduro se gastaron 44.000 euros en el Ritz. Si lo hubiéramos sabido antes, habríamos ido a hacerles un escrache porque es dinero que están robando al pueblo”, dice Salvador Pimentel, abogado y director de la Liga Española Pro Derechos Humanos, otra de las organizaciones que orbitan en el antichavismo. “Los sentimientos son muy fuertes porque a lo mejor has estado por la noche hablando con tu madre que te cuenta que no encuentra una medicina y por la mañana te encuentras en la calle a alguien que defiende lo que pasa allí con total frivolidad. Es inevitable alterarse”, dicen.

El activismo venezolano tiene otra virtud mediática: ha encajado como un guante en el panorama político español tras la irrupción de Podemos. “Chávez se empeñó mucho en tener una red de prescriptores del chavismo en el extranjero. Les hemos visto crecer desde que eran cachorros, los conocemos antes que vosotros porque estaban allí en Caracas y sabemos quiénes son y lo que pueden hacer con España si llegan al poder”, insisten. “Aunque últimamente son peores los de Izquierda Unida porque en Podemos ya se han acercado algunos a escucharnos, como los de Errejón”.


La permeabilidad de su activismo con la política española –que el propio Maduro explota en sus discursos– les lleva además a contaminar su relato con referencias a los temas a debate en España. Muchos opositores en Madrid pasan en la misma frase de Diosdado Cabello a Otegi o al indepentismo catalán con total naturalidad.

Venezuela nos vino muy bien para distanciarnos, para contrastar con Podemos y tener un relato propio más atractivo

Y los partidos españoles también han buscado introducir la causa venezolana en su relato. Quizá el más significativo es Ciudadanos, que incluso ha acogido en sus filas a algunos como María Luisa Alonso, secretaria de Organización en La Rioja, o incluso a opositores detenidos como Gabriel San Miguel, un joven de 25 años con doble nacionalidad que pasó más de 80 días en las cárceles venezolanas, fue liberado por mediación del gobierno español y ahora trabaja a las órdenes de Begoña Villacís en Madrid. Entre bambalinas, en el equipo técnico que rodea desde el principio a Albert Rivera, también los hay procedentes del país caribeño.

Ciudadanos, explican sus 'fontaneros', encontró en Venezuela un relato perfecto para levantar la bandera de una nueva política pero alejándose al mismo tiempo de Podemos. “En un contexto en el que se habla de regeneración, llegó un punto en el que ambos partidos competían. Venezuela vino muy bien para distanciarnos, para contrastar, porque Podemos tuvo una relación muy fuerte con el chavismo en la que no salen muy bien retratados y ahora intentan enterrar acusando a los demás de politizar lo que está pasando allí“, admiten.
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