Publica "El País":
El camino burocrático de los latinoamericanos que quieren emigrar a España es menos difícil que el de aquellos que arriban de África. Amed Soleto, de 25 años, es distinto de todos sus compañeros de Alma de África, el club de fútbol de Jerez que sirve de hilo conductor a esta serie sobre la inmigración en Europa. Es el único latinoamericano. Llegó en avión. Con pasaporte. Vino con su hermana para reunirse con sus padres. Es una de las escasas vías existentes para emigrar legalmente a España y al resto de Europa, la denominada reagrupación familiar. Los padres de Amed habían llegado años antes a España desde Santa Cruz a buscarse la vida, a prosperar.
Soleto recuerda que su madre, Sonia Candia, de 47 años, consiguió el permiso de residencia en cuatro meses gracias a un empleo en una baguetería. Un buen puñado de años después sigue desempeñando ese mismo trabajo, cuenta su hijo. La pareja se instaló al llegar en Jerez. Y allí sigue con sus hijos muchos años después. Los hermanos Soleto lograron residencia legal hace años mediante la reagrupación familiar. Los padres, como han ido haciendo cientos de miles de inmigrantes latinoamericanos, solicitaron la nacionalidad española, algo que los originarios de excolonias españolas pueden hacer tras dos años de residencia, los originarios del resto del mundo tras 10 años y los sefardíes, sin residir en España. La señora Candia y su esposo ya son españoles. Y ahora sus hijos están tramitando la obtención del pasaporte español.
Cuatro millones de inmigrantes han llegado a España en dos décadas en avión, en patera o saltando la valla. Más de un millón de personas pidieron asilo en Europa el año pasado. EL PAÍS cuenta, en un proyecto de 500 días con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, cómo se adaptan estos nuevos europeos y cómo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fenómenos que está transformando España y el continente
La mayoría de los jugadores de Alma de África llegó a España irregularmente, por la valla de Melilla, en patera o en los bajos de un camión. Alguno de los que llegó de menor ha conseguido una tarjeta de residencia, gracias al empeño de gente como Michel Bustillo, de la ONG Voluntarios por Otro Mundo y conocido en Jerez como el hombre de los papeles, pero no les autoriza a trabajar aunque tienen más de 16 años. Una circunstancia que Bustillo critica con dureza porque, sostiene, los muchachos podrían ganarse la vida si tuvieran permiso. Otros jugadores siguen sin papeles años después, viven en la clandestinidad y, si trabajan, es en negro. Así estuvo Hicham durante años hasta que el pasado 30 de mayo logró por fin su permiso de residencia por arraigo social. Otros formalizaron su relación con sus parejas españolas (se han casado o inscrito como parejas de hecho) y en consecuencia han obtenido los papeles.
Mientras Amed espera saber si España le concede la nacionalidad, por primera vez en su vida tiene un trabajo con contrato, en una compañía de telefonía. “Yo quería cotizar, tengo 25 años”. Está entusiasmado. “Ya no voy como los cangrejos, a los lados”, dice. Se ha comprado un coche, un móvil, ayuda a sus padres y está ahorrando. Y este verano se subió por segunda vez en su vida a un avión. Voló a Cataluña en agosto para sus primeras vacaciones, cuatro días en Pineda de Mar para visitar a un amigo.
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