Publica "El País":
Un chaparrón de bombas lacrimógenas caía sobre María José Castro, una portuguesa afincada en Caracas, cuando caminó con una bandera de Venezuela colgada en su espalda hasta una tanqueta de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). “Sentí que me había convertido en madre de esos muchachos que se estaban manifestando. ¡Me dolía ver cómo disparaban contra ellos! Cuando escuché a los soldados ordenar el avance de las tanquetas pensé que ocurriría una masacre y ahí me eché”, relata.
Su proeza, detener un tanque militar, había evocado al emblemático rebelde desconocido de la masacre de la plaza de Tiananmen (China, 1989). María, fotografiada y grabada, se ha convertido desde el pasado 19 de abril en la “señora de la tanqueta”, una madre de 54 años y ahora un símbolo de resistencia. “Mi vida estaba en manos de Dios, no de los soldados. Cuando era muy joven debí irme de Portugal por una dictadura, ahora sé que uno debe luchar. No podemos dejarnos arrebatar una nación por un tirano. Venezuela ha dado mucho al mundo, recibió a muchos extranjeros, así como a mí, y por eso yo no abandono a mi país”, explica.
La ola de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro ha derivado en una continuada represión con un saldo de 39 muertos, más de 717 heridos y cientos de detenidos en un mes. De esta insurrección civil han salido iconos pacifistas, sin embargo. Hans Wuerich, de 27 años, ha sido aclamado como “héroe” en las manifestaciones opositoras contra el Gobierno de Venezuela. Hace 18 días se despojó de su ropa para desafiar una descomunal arremetida de la policía contra una marcha en la autopista Francisco Fajardo, que conecta el este con el oeste de Caracas. “Había evaluado varias maneras de protestar pacíficamente. No creo en la violencia como una salida a la crisis, porque eso da excusas al Gobierno para reprimir”, comenta.
Mientras la confrontación arreciaba en esa manifestación, él se desnudó y con una Biblia en la mano se acercó hasta un tanque minado de soldados para pedir el cese del ataque contra opositores. Eso enfureció a los oficiales, uno gritó y otros dispararon perdigones contra Wuerich. Maduro dedicó unos minutos en un discurso, transmitido por radio y televisión, para ofender al manifestante. “No tienen límites para el ridículo, todos los días es un show… Menos mal que no se le cayó un jabón porque hubiese sido detestable esa foto. Horrorosa. ¡Recoge el jabón, mijo, para la foto!”, dijo.
Wuerich ha interpretado el insulto como una señal de flaqueza del mandatario: “Una protesta pacífica golpea a las dictadura. Maduro puede intentar ofendernos, pero él mismo sabe que es un demonio que está debilitado”. Contrarios a la opinión del presidente de Venezuela, muchos opositores ahora se acercan al joven en las calles para pedir una fotografía o felicitarle por su modo de expresar el descontento contra el régimen.
Sus motivos para rechazar al Gobierno son comunes: una economía devastada por erróneas políticas y la caída de los precios del petróleo, la casi inexistencia de medicinas, los presos políticos y la anulación del Parlamento, entre otros infortunios. Wuerich abandonó hace un año la casa de sus padres para vivir solo en el barrio de La Pastora (oeste de Caracas). “El dinero no me alcanzaba para comer bien, eso es lo que sucede a la mayoría de los venezolanos. Estuve cuatro meses viviendo solo. Para una persona joven es difícil independizarse debido a la crisis económica en este país”, agrega.
Bien lo sabe Tomás Vivas, un artista de 29 años, que partió de Mérida (andes de Venezuela) para vivir solo en Caracas. “En mi tierra tenía menos oportunidades de empleo”, argumenta. Él acude a las manifestaciones de la oposición con un cuatro –instrumento de cuerdas y tradicional de Venezuela– para improvisar alguna canción. Esta es una costumbre que adquirió en febrero de 2014, la primera vez que ocurrieron grandes manifestaciones contra Maduro. “Salí a tocar joropo (género musical típico de Venezuela y Colombia).
Bien lo sabe Tomás Vivas, un artista de 29 años, que partió de Mérida (andes de Venezuela) para vivir solo en Caracas. “En mi tierra tenía menos oportunidades de empleo”, argumenta. Él acude a las manifestaciones de la oposición con un cuatro –instrumento de cuerdas y tradicional de Venezuela– para improvisar alguna canción. Esta es una costumbre que adquirió en febrero de 2014, la primera vez que ocurrieron grandes manifestaciones contra Maduro. “Salí a tocar joropo (género musical típico de Venezuela y Colombia).
Muchas veces no soy escuchado, especialmente cuando estoy atrapado en la línea de fuego entre manifestantes y policías. No importa, yo sigo tocando”, dice. Él parte de la premisa de que la música adormece a las fieras. Los últimos días ha tocado tan fuerte el cuatro que sus dedos ahora están cubiertos de curitas para sanar las heridas. “Cada quien debe hacer el tipo de protesta que crea conveniente, pero pienso que la pacífica es la más efectiva”, dice.
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