Publica "El Mundo":
Los jerarcas del chavismo que ocupan cargos fuera de Venezuela son acosados por el éxodo de ciudadanos del país latinoamericano
Tras el escrache sufrido el pasado domingo en Aranjuez por Mario Isea al grito de "¡Maldito, asesino, dictador!", el embajador en España denunció este jueves haber permanecido varias horas "secuestrado" en el interior del centro cultural Venezuela Diversidad Cultural de Madrid al no poder abandonar el edificio por la protesta de un grupo de 200 opositores al presidente venezolano Nicolás Maduro.
Según fuentes de la embajada venezolana, Isea calificó esta situación como "un hecho grave" que "viola la Convención de Viena", en referencia a la protesta de opositores en la calle Hermosilla de Madrid. El embajador venezolano explicó también que la "turba" de personas que participaban en la 'cacerolada' mantuvieron una "actitud violenta y desafiante". Desde Venezuela, la canciller Delcy Rodríguez, dijo que su país pide a España garantizar la integridad de sus diplomáticos.
Para algunos, todo esto significa un desahogo contra los "culpables" del éxodo masivo que les ha llevado fuera de su país. Para otros, el apoyo obligado a los que desde finales de marzo protestan en las calles de Venezuela. "Lo que está pasando el el país es tan indignante que es imposible quedarse de brazos cruzados", asegura la periodista Ariana Paz, que vive hoy en Barcelona.
Por el mismo suplicio de lo que Pablo Iglesias bautizó como "jarabe democrático" ha pasado en los últimos días Tarek William Saab, Defensor del Pueblo, quien pese a las constantes violaciones de derechos humanos en su país decidió viajar a Beirut durante una semana. En la capital del Líbano, hasta serenata nocturna le dieron sus compatriotas, más de dos y medio millones de personas repartidas por todos los rincones del planeta desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999.
El embajador en Suiza tuvo que escuchar cómo le gritaban corrupto en un supermercado. La ex ministra Maripili Hernández, muy cercana a Hugo Chávez, también fue sorprendida anoche en un restaurante de Barcelona. A la hija pequeña del "comandante supremo" le han preparado varias protestas en París. La joven estudia en La Sorbona.
Los jerarcas del chavismo no están a salvo en ningún lugar. Armados con sus teléfonos móviles, sus pancartas, las banderas tricolor y camisetas de la selección Vinotinto, los criollos buscan y encuentran. El escrache es su válvula de escape y no solo contra las figuras de la revolución, también contra sus hijos. Una buena parte de los hijos de los dirigentes revolucionarios evitan la enorme crisis social, económica y política viviendo en el extranjero, pese a que el discurso oficial revolucionaria mantiene que Venezuela es el paraíso terrenal pese a los problemas.
En la vecina Colombia también se han sucedido los actos frente a la embajada y a los consulados. "En Medellín nos concentramos semanalmente en el parque del Poblado para orar por los caídos y enviar mensajes de solidaridad a los que luchan en la calle contra la dictadura", destaca José Luis Guerrero, dirigente de Voluntad Popular exiliado desde hace tres meses.
"El chavismo ha logrado su cometido socialista: ha igualado a la gente en precariedad mientras sus jerarcas engordan en tejido adiposo, en arrogancia y en privilegios políticos. Supongo que los igualados por debajo piensan que no tienen nada que perder, probablemente ni la vergüenza", resume el escritor Leopoldo Tablante, residente en Estados Unidos.
¿Seguirán las protestas y escraches? "Sí, en Barcelona hay dos programadas para los próximos días", adelanta Adriana Rubial, líder de SOS Venezuela Barcelona, que inundó con velas, carteles y flores el consulado de la ciudad que le abrió las puertas. Hasta 500 personas participaron en la protesta.
"Un señor irlandés se emocionó al saber que el número dibujado en las lápidas eran edades (de los jóvenes asesinados durante la represión). Pero si son niños, dijo", recuerda Ariana Paz.
"Los que están afuera, resignados a que ni siquiera tienen un país al que volver, persiguen funcionarios bolivarianos -bien pagados en divisa fuerte (dólares) y vestidos con recién comprada- y con cámara de móvil en mano. Una forma de resarcirse ante la realidad de formar parte de un colectivo reprimido y sometido por una revolución", concluye Tablante.
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