Publica "El País":
Hace una semana, cuando el Gobierno de Venezuela anunció la detención del diputado suplente opositor Gilber Caro
(Caracas, 1974), algunos compañeros de su formación, Voluntad Popular,
resaltaban, más que las razones que ofreció el vicepresidente Tareck El Aissami
para detenerlo, el golpe bajo que suponía encarcelar a un hombre que
logró regenerarse cuando lo tenía todo en contra. Caro estuvo preso 20
años por un homicidio que dice no haber cometido, pero aceptó la
culpabilidad porque en el ambiente delincuencial donde se movía entonces
las delaciones se pagan con la muerte.
Seis días después esa idea no es la principal preocupación de la
formación. Caro está desaparecido desde entonces. Sus abogados no lo han
podido ver y no ha sido presentado ante los tribunales. “En los tres
años que tengo coordinando la causa de los presos políticos venezolanos
en mi partido jamás había ocurrido esto”, asegura Adriana Pichardo,
diputada opositora al Parlamento del Mercosur, al referirse a la
irregularidad que supone no presentar a un detenido dentro de las 48
horas siguientes a su detención, como ordena el Código Orgánico Procesal
Penal de Venezuela. “Antes el régimen guardaba las formas, pero ahora
ni eso”, agrega la parlamentaria.
Se presume que Caro está detenido en Valencia, la capital industrial
de la nación sudamericana, en el centro del país, pero se desconoce el
lugar. Algunos funcionarios dicen que está en la sede regional del
Sebin, la policía política, o en el Círculo Militar, una dependencia
administrativa que funciona como el solaz de la familia de los
militares. Pero otros afirman que está en el comando de la 41 brigada
blindada del Ejército. Sólo el régimen sabe con certeza donde ha sido
encerrado.
Alarmados por esa indefinición, los abogados denunciaron el martes la
desaparición forzosa del dirigente, y presentaron un recurso de hábeas corpus
ante el Tribunal Supremo de Justicia, exigiendo su inmediata libertad
en razón del cargo que ostenta. Caro está amparado por la inmunidad
parlamentaria y su procesamiento judicial debería ser autorizado por la
Asamblea Nacional, pero el presidente Nicolás Maduro, amparado en la
naturaleza gaseosa de la Constitución, ha asegurado que un diputado
suplente no goza de esa protección. “Tiene un prontuario criminal que
data de los años ochenta y estuvo preso por homicidio y narcotráfico”,
explicó.
La cita que cambió el destino
Caro cumplió en la cárcel la mitad de su condena y recibió en 2004 un
beneficio procesal hasta completarla en 2014. Después de salir de
prisión se entrevistó con el entonces alcalde del municipio caraqueño de
Chacao, Leopoldo López, para pedirle que apoyara a su asociación civil,
Liberados en marcha, que pretendía cobijar a quienes cumplen su condena
y no encuentran apoyo en la calle. Caro, que fue líder de los reclusos,
que ostenta una oratoria superior al promedio de sus excompañeros de
celda, y que se convirtió en cristiano evangélico como una forma de
fortalecer su fe en prisión, estaba consciente de cuánto cuesta
reinsertarse en la sociedad y evitar la tentación de volver a delinquir.
Todas las sociedades ven a los reclusos como apestados, pero López,
sentenciado a casi 14 años de prisión después de llamar a protestar
contra el régimen en 2014, vio en la historia de Caro un modelo de
superación y una forma de llegarle a un sector que muchas veces ignoran
los estrategas políticos. En 2008, después de culminar su período como
alcalde, López estaba empeñado en forjar, bajo el paraguas del partido
Un Nuevo Tiempo, donde entonces militaba, una conexión con las amplias
mayorías de los barrios venezolanos que trascendiera el coyuntural
interés electoral. En Caro identificó a un hombre que podía servir como
motivador para los sectores populares y que lo ayudaría a fichar a los
discriminados.
Los allegados a López siempre han dicho que el dirigente siempre
quiere captar a las personas que demuestran ser eficientes. Caro, que
estaba deseoso de una oportunidad, le ha correspondido con su lealtad.
López nunca pudo adaptarse a su condición de militante de un partido y
necesitaba crear una formación a su imagen y semejanza con el apoyo de
personas como Caro. Así nació Voluntad Popular. Al entusiasmo del ex
recluso también se sumó el de los principales dirigentes estudiantiles
de las protestas de 2007, cuando el gobierno del entonces presidente
Hugo Chávez decidió cerrar el canal de televisión Radio Caracas
Televisión y se dieron a conocer entre la opinión pública.
“Gilber es una esponja. Ha crecido mucho durante estos años”, afirma
la diputada Pichardo. A sus dotes naturales de improvisado orador sumó
el deseo de dar el tipo en el cruel ambiente de los partidos políticos.
Justo porque no cree, como se enorgullece cierta dirigencia chavista,
que el verdadero conocimiento está en lo que uno aprende en la calle,
estudió derecho en la Universidad Santa María, participó y completó el
programa Lidera, que se imparte en el Instituto de Estudios Superiores
de Administración, que está entre las diez mejores escuelas de gerencia
en América Latina. Así, logró formar parte de la dirección nacional de
Voluntad Popular con derecho a voz y voto.
Caro regresó desde el lado oscuro sin resentimientos, como apunta un
viejo conocido, y parece haberse ganado con justicia el primer lugar
entre los conversos. Con esa empatía que le adjudican se convirtió en el
candidato ideal para protagonizar el último spot de Voluntad
Popular, que repasaba las razones por las cuales la formación no apoya
el diálogo con el régimen de Maduro. “Gilber es un tipo que te empodera,
que te da esperanza”, afirma Corina Contaris, activista de Voluntad
Popular. A la esperanza de su pronta aparición se aferran todos sus
compañeros.
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