Publica "El Mundo":
Decía que en la vida se tienen dos familias: aquella en la
que se nace y a la que hay que soportar, y otra, la de la calle, que es
la que se escoge y a la que se ama. Él, desde luego, hizo honor a esa
afirmación. Él fue el poeta venezolano Caupolicán Ovalles
(1936-2001) y su familia callejera, un grupo de escritores como él,
vividores, bebedores, ociosos, estrambóticos, a los que alguna vez llegaron a prohibirles la entrada a los bares.
De
Caupolicán Ovalles, menos conocido aquí de lo que debiera, por culpa
nuestra pero también por su propio desinterés por la promoción de su
obra, se acaba de publicar En (des)uso de razón (Rayuela),
volumen que, junto a la antología de sus versos, recoge numerosos textos
(entrevistas, análisis, semblanzas) que sitúan al poeta en su
circunstancia. El libro se acaba de presentar en Madrid, continuando una
labor de difusión emprendida por su hijo Manuel, en la que ha habido
presentaciones en Caracas y Miami a cargo, respectivamente, de los
venezolanos Rodolfo y Boris Izaguirre, padre e hijo.
En Madrid participó J. J. Armas Marcelo,
que trató a Caupolicán desde los años 70 y que en su contribución al
volumen recuerda a aquel grupo literario y revoltoso de verbalistas
geniales, dueños de "una poética tan inextricable como inquietante", que
"no creían demasiado en el valor de la literatura". "Podían ser la
generación de los 50 de allí; por la amistad que cultivaron, por lo
bebedores, por lo que provocaban en la sociedad, explica Armas Marcelo.
"Le
podían dar un palizón al embajador español de entonces, José Vicente
Torrente, hablando de literatura española", añade. "Y Caupolicán era el
Padre de la Patria; un bon vivant caribe, muy afrancesado. Y de trabajar, nada, ninguno. Vivían de subvenciones, de lo que habían hecho bien los mexicanos, como editoriales, etcétera".
Eran buenos tiempos para el país, que justifican el nombre que le da Armas Marcelo: La Venezuela saudí. "Eran los más ricos de América, los que más bebían, los que más hablaban. Eran muy libres;
cometieron muchos errores, pero vivieron una vida sensacional.
Caupolicán tenía una rebeldía muy atractiva y unos recursos contra el
poder que los subvencionaba".
"Las discusiones eran
siempre sobre tres cosas", recuerda Armas Marcelo: "Política nacional,
mujeres y literatura. Se podía llegar a las manos discutiendo un poema. A varios se los tragó el alcohol. Se agotaban en el talento verbal, que es mucho más grave que el facilismo".
"Necesitaba
ser amado y tener gente alrededor. Tenía un carisma impresionante;
tenía verbo, presencia y humildad; era atento, cortés, agradable, muy
culto, leía seis u ocho horas al día", le recuerda su hijo Manuel, para
quien "lo más grande de su literatura pudo ser lo oral".
A Ovalles se le ha relacionado con la antipoesía de Nicanor Parra. Desde luego, el grupo literario del que fue uno de los miembros destacados, El Techo de la Ballena, es, al decir de su hijo, "un movimiento que baja al pueblo, haciendo literatura con el lenguaje urbano; es un lenguaje absolutamente citadino, alejado de la literatura burguesa o de los cánones tradicionales".
Os ponemos el enlace a la noticia:
http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/04/30/5905bcb0e2704e3c068b4601.html
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