Publica "El Mundo":
La reciente victoria electoral del ex mandatario conservador Sebastián Piñera en Chile ha apuntalado la corriente derechista que se ha instalado en el poder en Sudamérica desde que Mauricio Macri desbancara al kirchnerismo en Argentina en 2015. Pero el denominado 'eje bolivariano', representado hoy en la región por Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, se resiste a desaparecer. Para su supervivencia política, el líder chavista y el mandatario aimara cuentan con una herramienta tan poderosa como controvertida: la reelección indefinida. Pero dependen también de que esa correlación de fuerzas regional se equilibre a medio plazo.
El chavismo gobierna en Venezuela desde 1999. Morales asumió el poder en Bolivia en 2006. Bajo la bendición de la Cuba de Fidel Castro, Caracas y La Paz fueron los pilares de un modelo que atrajo bajo su órbita, con mayor o menor intensidad, a países como Ecuador y Nicaragua y que trabó fuertes lazos políticos y comerciales con gobiernos progresistas, como el Brasil de Lula da Silva, la Argentina de los Kirchner o el Paraguay de Fernando Lugo. Ese ciclo político de signo izquierdista que vivió gran parte de América Latina durante la última década está dando paso a una ola de gobiernos conservadores muy críticos con el eje bolivariano: Macri en Argentina, Piñera en Chile, Michel Temer en Brasil y Horacio Cartes en Paraguay, entre otros.
En ese pulso ideológico que vive la región, las próximas citas electorales van a ser decisivas para saber cómo se reconfigura la relación de fuerzas. Venezuela irá a las urnas el año que viene, previsiblemente con Maduro como referente del chavismo, aunque el mandatario de momento sólo ha sugerido su candidatura: "En el año 2018 llueva, truene o relampaguee, vamos a las elecciones presidenciales como manda nuestra Constitución, y confío en el voto del pueblo, en su conciencia". Con la credibilidad bajo mínimos incluso en sus propias filas, el líder chavista estuvo en la cuerda floja durante la primera mitad del año, pero la presión política y policial ejercida contra la oposición en los últimos meses le está allanando el camino para una eventual reelección el año que viene.
La reciente victoria electoral del ex mandatario conservador Sebastián Piñera en Chile ha apuntalado la corriente derechista que se ha instalado en el poder en Sudamérica desde que Mauricio Macri desbancara al kirchnerismo en Argentina en 2015. Pero el denominado 'eje bolivariano', representado hoy en la región por Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, se resiste a desaparecer. Para su supervivencia política, el líder chavista y el mandatario aimara cuentan con una herramienta tan poderosa como controvertida: la reelección indefinida. Pero dependen también de que esa correlación de fuerzas regional se equilibre a medio plazo.
El chavismo gobierna en Venezuela desde 1999. Morales asumió el poder en Bolivia en 2006. Bajo la bendición de la Cuba de Fidel Castro, Caracas y La Paz fueron los pilares de un modelo que atrajo bajo su órbita, con mayor o menor intensidad, a países como Ecuador y Nicaragua y que trabó fuertes lazos políticos y comerciales con gobiernos progresistas, como el Brasil de Lula da Silva, la Argentina de los Kirchner o el Paraguay de Fernando Lugo. Ese ciclo político de signo izquierdista que vivió gran parte de América Latina durante la última década está dando paso a una ola de gobiernos conservadores muy críticos con el eje bolivariano: Macri en Argentina, Piñera en Chile, Michel Temer en Brasil y Horacio Cartes en Paraguay, entre otros.
En ese pulso ideológico que vive la región, las próximas citas electorales van a ser decisivas para saber cómo se reconfigura la relación de fuerzas. Venezuela irá a las urnas el año que viene, previsiblemente con Maduro como referente del chavismo, aunque el mandatario de momento sólo ha sugerido su candidatura: "En el año 2018 llueva, truene o relampaguee, vamos a las elecciones presidenciales como manda nuestra Constitución, y confío en el voto del pueblo, en su conciencia". Con la credibilidad bajo mínimos incluso en sus propias filas, el líder chavista estuvo en la cuerda floja durante la primera mitad del año, pero la presión política y policial ejercida contra la oposición en los últimos meses le está allanando el camino para una eventual reelección el año que viene.
La carrera por la reelección indefinida
Tras una década en el poder, Morales perdió el año pasado por un estrecho margen un referéndum sobre la reelección indefinida. La Constitución de 2009, impulsada por el propio mandatario y refrendada en una consulta popular, establece un máximo de dos periodos presidenciales consecutivos. Morales, que ya gobernaba desde 2006, puso el contador a cero tras la entrada en vigor de la nueva Carta Magna. Su segundo mandato desde entonces concluye en 2020. Pese al rechazo a la reelección indefinida expresado en el referéndum de febrero de 2016, Morales volvió a la carga. Consideró fraudulenta esa consulta por una campaña sucia orquestada en su contra. Pocos días antes de la votación, la prensa opositora reveló la supuesta existencia de un hijo no reconocido del líder indígena. Meses más tarde, la justicia probó que se trataba de una farsa. Pero el escándalo dañó la imagen de Morales en el último tramo de la campaña y provocó su derrota, según el oficialismo.
Desde entonces, el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) ha barajado distintas fórmulas para revertir ese contratiempo. Morales desestimó la celebración de una nueva consulta que hubiera sido muy cuestionada por la oposición y optó por una fórmula sorprendente y no menos polémica: presentar un recurso judicial contra algunos artículos de la propia Constitución que con tanto ahínco defendió en 2009. Los abogados del MAS alegaron que según el Pacto de San José, suscrito por varios países de la región, la reelección es un derecho fundamental de toda persona que no puede ser limitado por ninguna ley. El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), próximo al oficialismo, les dio la razón hace unas semanas. Y Morales vio despejado el camino para postularse como candidato en los comicios de 2019.
El ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, verso suelto del eje bolivariano, renunció en su día a la posibilidad de reformar la Constitución para presentarse a las elecciones de 2017, en las que se acabaría imponiendo su delfín, Lenín Moreno, vicepresidente del Gobierno entre 2007 y 2013. Correa se había guardado antes un as bajo la manga: la aprobación en 2015 de una enmienda constitucional que le permitiría volver a postularse en 2021 y de forma indefinida. Pero el delfín se rebeló. Y ahora Moreno, enfrentado con su padrino político, quiere echar abajo esa enmienda en otra consulta popular que se votará en febrero. El actual mandatario, que se presentó bajo la Alianza País fundada por Correa, considera una "aberración" el hecho de que un dirigente pueda permanecer de forma indefinida en el poder. Correa, Maduro y Evo Morales sostienen, al contrario, que son los electores los que deben decidir cuándo dejan de confiar en sus líderes. El mandatario boliviano les arroja a sus críticos el ejemplo europeo de Alemania, donde Angela Merkel acaba de iniciar su cuarto mandato presidencial consecutivo.
Aunque Maduro, Morales y Correa han formado parte de ese 'eje bolivariano' apadrinado por La Habana, su evolución política fue muy dispar. Como subraya Juan Negri, politólogo de la Universidad Di Tella, existen grandes diferencias entre el chavismo y el resto de países sudamericanos que integraron ese eje: "Todo el mundo se quiere despegar hoy de la marca 'Venezuela' porque Maduro no cumple con los mínimos requisitos democráticos. El chavismo ha quedado desprestigiado y nadie quiere pegarse a esa marca, ni siquiera el kirchnerismo en Argentina".
En pleno cambio de ciclo político en Sudamérica, Maduro y Morales, las dos principales espadas del eje bolivariano, se resisten a dar por finiquitado el modelo. En los próximos meses tendrán un ojo puesto más allá de sus fronteras. Brasil irá a las urnas en octubre. Su peso regional es determinante. Lula da Silva encabeza las encuestas para volver al Palacio del Planalto tras la polémica presidencia de Temer. Pero el ex líder sindical deberá sortear antes los procesos judiciales por presunta corrupción que ponen en riesgo su candidatura. Argentina, el otro gran actor político de Sudamérica, elegirá nuevo presidente en 2019. El aplastante triunfo de Macri en los comicios legislativos de octubre y la fragmentación del peronismo juegan a favor de la reelección del ex empresario, que a día de hoy lidera en la región el bloque antibolivariano.
Pero sea cual sea el devenir político de los principales países de Sudamérica, esa luna de miel entre el progresismo de la región y el chavismo no tiene visos de reeditarse, como apunta Negri: "Me cuesta imaginarme al centroizquierda apoyando al chavismo de nuevo. Incluso Correa, si volviera al poder, evitaría que lo relacionaran con una Venezuela dominada por la hambruna, la pobreza y la alta inflación".
Desde entonces, el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) ha barajado distintas fórmulas para revertir ese contratiempo. Morales desestimó la celebración de una nueva consulta que hubiera sido muy cuestionada por la oposición y optó por una fórmula sorprendente y no menos polémica: presentar un recurso judicial contra algunos artículos de la propia Constitución que con tanto ahínco defendió en 2009. Los abogados del MAS alegaron que según el Pacto de San José, suscrito por varios países de la región, la reelección es un derecho fundamental de toda persona que no puede ser limitado por ninguna ley. El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), próximo al oficialismo, les dio la razón hace unas semanas. Y Morales vio despejado el camino para postularse como candidato en los comicios de 2019.
El ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, verso suelto del eje bolivariano, renunció en su día a la posibilidad de reformar la Constitución para presentarse a las elecciones de 2017, en las que se acabaría imponiendo su delfín, Lenín Moreno, vicepresidente del Gobierno entre 2007 y 2013. Correa se había guardado antes un as bajo la manga: la aprobación en 2015 de una enmienda constitucional que le permitiría volver a postularse en 2021 y de forma indefinida. Pero el delfín se rebeló. Y ahora Moreno, enfrentado con su padrino político, quiere echar abajo esa enmienda en otra consulta popular que se votará en febrero. El actual mandatario, que se presentó bajo la Alianza País fundada por Correa, considera una "aberración" el hecho de que un dirigente pueda permanecer de forma indefinida en el poder. Correa, Maduro y Evo Morales sostienen, al contrario, que son los electores los que deben decidir cuándo dejan de confiar en sus líderes. El mandatario boliviano les arroja a sus críticos el ejemplo europeo de Alemania, donde Angela Merkel acaba de iniciar su cuarto mandato presidencial consecutivo.
Aunque Maduro, Morales y Correa han formado parte de ese 'eje bolivariano' apadrinado por La Habana, su evolución política fue muy dispar. Como subraya Juan Negri, politólogo de la Universidad Di Tella, existen grandes diferencias entre el chavismo y el resto de países sudamericanos que integraron ese eje: "Todo el mundo se quiere despegar hoy de la marca 'Venezuela' porque Maduro no cumple con los mínimos requisitos democráticos. El chavismo ha quedado desprestigiado y nadie quiere pegarse a esa marca, ni siquiera el kirchnerismo en Argentina".
En pleno cambio de ciclo político en Sudamérica, Maduro y Morales, las dos principales espadas del eje bolivariano, se resisten a dar por finiquitado el modelo. En los próximos meses tendrán un ojo puesto más allá de sus fronteras. Brasil irá a las urnas en octubre. Su peso regional es determinante. Lula da Silva encabeza las encuestas para volver al Palacio del Planalto tras la polémica presidencia de Temer. Pero el ex líder sindical deberá sortear antes los procesos judiciales por presunta corrupción que ponen en riesgo su candidatura. Argentina, el otro gran actor político de Sudamérica, elegirá nuevo presidente en 2019. El aplastante triunfo de Macri en los comicios legislativos de octubre y la fragmentación del peronismo juegan a favor de la reelección del ex empresario, que a día de hoy lidera en la región el bloque antibolivariano.
Pero sea cual sea el devenir político de los principales países de Sudamérica, esa luna de miel entre el progresismo de la región y el chavismo no tiene visos de reeditarse, como apunta Negri: "Me cuesta imaginarme al centroizquierda apoyando al chavismo de nuevo. Incluso Correa, si volviera al poder, evitaría que lo relacionaran con una Venezuela dominada por la hambruna, la pobreza y la alta inflación".
http://www.elmundo.es/internacional/2017/12/23/5a3d378b468aebf3348b4687.html
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