Publica "La Vanguardia":
La oposición venezolana, dividida y debilitada, recibe hoy en Estrasburgo el premio Sájarov a la libertad de conciencia. Los pasillos del Parlamento Europeo hablaban ayer tarde más español que nunca. Ahí estaban políticos antichavistas de primera fila como Antonio Ledezma, exiliado en Madrid, y Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, y familiares de los presos políticos, madres y hermanas que aprovechan cualquier oportunidad para denunciar el sufrimiento de los suyos y de la inmensa mayoría de venezolanos.
La actitud de los dirigentes y de los familiares fue ayer muy distinta, un reflejo de la brecha que se abre entre ellos después de tantas movilizaciones callejeras y tanta violencia. El presidente, Nicolás Maduro, es hoy más fuerte que nunca desde que sucedió a su mentor Chávez en el 2013. Ganó las elecciones regionales de octubre pasado y arrasó este último domingo en las municipales ante el boicot de una oposición que se ha quedado sin estrategia.
Responder preguntas críticas no es fácil, pero a ello se habían comprometido Borges y Ledezma con decenas de medios de comunicación europeos, incluido este periódico, una ronda de entrevistas pactadas con el Parlamento Europeo, anfitrión del premio. Ambos dirigentes, sin embargo, después de haber atendido a unos cuantos periodistas, rompieron el compromiso con el resto de medios sin dar ninguna explicación, una renuncia que molestó a los familiares de los presos, conscientes ayer tarde de una orfandad que ya intuían.
“Este premio no deberían habérselo dado a los políticos sino a la resistencia, a los muertos (125), los heridos (miles), los presos políticos (299), los activistas que salieron a la calle y se enfrentaron a las fuerzas de Maduro”, dicen Alejandra González y Yamile Saled al enterarse de que Borges y Ledezma no querían preguntas.
Familiares de presos piden un candidato a presidente que sepa sacarlos “de esta carestía tan tremenda”
Alejandra es hermana de Andrea, que lleva dos años y tres meses presa. Yamile es la madre de Lorent, un líder estudiantil que va camino de su cuarta Navidad sin libertad, sin juicio ni acusación formal.
Habíamos estado hablando un rato, ellas explicando el cautiverio, las durísimas condiciones que Lorent había sufrido durante 26 meses en La Tumba, un penal de siete celdas en un quinto piso subterráneo, sin más visitas que la de su madre, autorizada a llevarle comida una vez por semana. Ahora está en El Helicoide, el centro comercial que la inteligencia bolivariana ha transformado en cárcel, y allí ha coincidido con Andrea González, española, voluntaria en las Casas Hogar de niños huérfanos, manifestante opositora y acusada de intento de asesinato.
Contaban ellas su drama y les leía yo el cuestionario que había preparado para Julio Borges. ¿Valieron la pena las protestas? ¿Para qué murieron 125 personas? ¿Por qué cuando ganó las legislativas del 2015 no optó por afrontar la crisis económica en lugar de centrarse en derrocar a Maduro? El chavismo había perdido las primeras elecciones en 16 años y era una gran oportunidad para transformar la ira popular en un programa de reformas. ¿Por qué en las regionales de octubre no movilizaron a su electorado que, desmoralizado, se quedó en casa? ¿Por qué boicotearon las municipales de la semana pasada y renunciaron así a ayuntamientos que habían sido la base de su movimiento?
Borges habría respondido que no se puede participar en ningún proceso electoral organizado por un Estado que manipula los resultados, que ni siquiera hubieran ganado en los distritos de la Caracas metropolitana, que siempre les han sido favorables.
Pero esta respuesta nos lleva a un callejón sin salida. ¿Y ahora qué? El país está al borde de la bancarrota, Maduro apuntala a los militares, a los que acaba de entregar el control del petróleo y de casi todas las gobernadurías. La caída del PIB desde el 2013 es ya del 35%. La inflación supera el 800%. Sólo en noviembre sumó un 57%. No hay billetes suficientes para pagar lo más básico. Cuatro de cada cinco venezolanos viven en la pobreza.
Yamile y Alejandra se encogen de hombros. No tienen respuestas más allá de la retórica de la resistencia. Maduro probablemente adelantará las presidenciales al próximo mes de marzo para aprovechar la debilidad y división de los partidos opositores, que no tendrán tiempo de presentar a un buen candidato.
Un nombre sale entonces en la conversación, Lorenzo Mendoza, 52 años, dueño de empresas Polar, uno de los principales productores de bebidas y alimentos, tal vez la persona más rica de Venezuela. “Estaría muy bien –opinan las dos– un presidente que no sea un político y que sepa cómo sacarnos de esta carestía tan tremenda”.
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