Publica "El Mundo":
Las manifestaciones dejaron un saldo de 521 detenidos, aseguró la ONG Foro Penal Venezolano, y al menos 57 personas lesionadas
Entre 100.000 y 200.000 venezolanos
se atrevieron ayer a protestar en las principales ciudades del país
pese a la represión y el amedrentamiento desplegados, una vez más, por
la revolución. Lo hicieron a pecho descubierto y sin que los
llamamientos previos enviados al Gobierno de Nicolás Maduro por la OEA, la Unión Europea, la ONU y 11 países del continente sirvieran para nada.
Caracas,
sobre todo, vivió nuevamente una brutal batalla campal, en la que
policías y militares bombardearon las protestas pacíficas con gases
lacrimógenos y perdigones. Sólo los más arrechos (enfadados)
respondieron armándose de trozos de cemento, arrancados del pavimento,
que lanzaron contra las fuerzas de seguridad. También se produjeron
enfrentamientos en San Cristóbal, Maracaibo, Barinas y el estado de Falcón.
Al reclamo internacional se unió, por segunda vez y de nuevo por sorpresa, la fiscal general del Estado, Luisa Ortega,
quien exhortó a "garantizar" el derecho a la manifestación pacífica.
"Es un derecho constitucional convocar manifestaciones pacíficas y éstas
no deben poner en riesgo la integridad de los manifestantes ni de
terceros, ni la estabilidad institucional", puntualizó en su comunicado
el Ministerio Público.
Es
la segunda vez que la fiscal, uno de los poderes de la revolución, se
sale de los "lineamientos revolucionarios" marcados por Nicolás Maduro.
Ortega se rebeló contra las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de
Justicia, que arrebataban las funciones y poderes a la Asamblea Nacional en beneficio del propio tribunal y del presidente.
Advertencias de unos y otros que no sirvieron para salvar la vida de Carlos José Moreno (de 17 años), quien recibió un balazo en la cabeza en el barrio capitalino de San Bernardino
al comienzo de una de las marchas. "Llegaron unos colectivos y
dispararon, la gente respondió con piedras. Luego una pareja de
motorizados de rojo dispararon y le dieron a un chamo. Le vi un orificio
en la nuca y otro en la frente, un charco de sangre", detalló a EL
MUNDO un testigo que prefirió no revelar su identidad. Trasladado de
urgencia a una clínica, murió en la mesa de operaciones. Su familia
confirmó que el chaval iba a jugar al fútbol y se cruzó con la marcha. Y
con la muerte.
Al igual que Paola Ramírez,
joven de 24 años en San Cristóbal (Tachira), junto a la frontera
colombiana. La mujer recibió un disparo mientras atravesaba una de las
protestas. Voluntad Popular y organismos de derechos
humanos acusaron de ambos crímenes a los colectivos revolucionarios, una
mezcla de radicales chavistas y paramilitares, que en las protestas de
este mes ya se habían cobrado dos vidas. Hasta el momento son ocho los
muertos en el marco de las protestas.
También ha
resultado muerto un sargento de la Guardia Nacional en San Antonio de
los Altos, cerca de Caracas, según ha confirmado Diosdado Cabello, vicepresidente del PSUV.
El Gobierno había ordenado que la oposición venezolana no pudiera alcanzar su objetivo, la sede de la Defensoría del Pueblo,
en el centro, territorio exclusivo para la revolución. En esta ocasión
arremetió con extrema dureza contra las concentraciones del oeste de la
ciudad, ya que el plan inicial era que los seguidores se concentraran en
20 puntos de la capital para confluir en una marea incontenible. "El
Gobierno ha dirigido sus ataques principalmente a donde siente mayor
inquietud, al oeste", detalló el politólogo Félix Seijas.
El oeste está conformado por zonas populares, tradicionalmente
chavistas pero que en las parlamentarias de 2015 también apoyaron a la
oposición.
La represión se repitió en varias zonas del
oeste, como en El Paraíso, donde Lilian Tintori, esposa del preso
político Leopoldo López, necesitó una máscara antigás para aguantar los
gases. También en Quinta Crespo, San Martín y San Bernardino.
"Esto es un abuso, solo queremos elecciones para salir de esto, no
somos violentos. En la Venezuela que vivíamos antes había comida en
abundancia. Hoy sólo hay hambre. Que Maduro salga, ya estamos cansados",
se quejó a EL MUNDO Omaira Sánchez, ama de casa de 57 años.
La
cantidad de bombas disparadas se intensificó, por lo que los
manifestantes -reunidos bajo el lema Se acabó el miedo- comenzaron a
correr y algunos tuvieron que lanzarse al río Guaire para escapar. A varios los arrastró la corriente, una de las más putrefactas de América.
En la bautizada como 'la madre de todas las marchas',
la séptima en abril, la oposición exigió elecciones, respeto al
Parlamento, la libertad de los presos políticos y la habilitación de un
canal humanitario.
La concentración donde sí reinó la paz se formó cerca del Palacio de Miraflores.
"Estamos desmantelando el golpe de estado terrorista", se ufanó Maduro
ante miles de sus seguidores, una mezcla de simpatizantes, empleados
públicos y milicianos. Paz y alegría, porque el primer mandatario bailó
con sus ministros sobre la tarima, acompañado por los vítores de sus
seguidores.
Maduro insistió en sus ataques contra Julio Borges,
presidente del Parlamento ("Eres el jefe del golpe, después no te
quejes"). Tan animado estaba, que incluso se atrevió a subrayar frente a
su seguidores: "Todo lo hemos hecho perfecto".
Las manifestaciones antigubernamentales dejaron un saldo de 521 detenidos, aseguró a Efe la ONG Foro Penal Venezolano, y al menos 57 personas lesionadas, según el alcalde opositor del municipio caraqueño de Chacao, Ramón Muchaco.
La oposición acaba de anunciar que mantiene el pulso con el gobierno revolucionario, más protesta y más calle contra el Plan Zamora. "Si hoy (por ayer) salimos millones, mañana tienen que ser muchos más", adelantó el gobernador Henrique Capriles.
La convocatoria es en los mismos puntos que ayer.
La Unidad Democrática
escenificó de nuevo el consenso alcanzado entre sus dirigentes y
partidos.
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