Publica "El País":
Un juez ordena retirar la cinta al considerar que contiene "escenas dantescas" que podrían afectar a los hijos menores del púgil
Edwin El Inca Valero fue el último ídolo del boxeo
profesional venezolano, pródigo en figuras populares. Dos veces campeón
mundial entre 2006 y 2010, con una carrera que se desarrolló entre Tokio
y Los Ángeles -donde lo apadrinaría el legendario Oscar de la Hoya-, se
retiró invicto después de 27 peleas. Solo una de sus victorias debió
esperar por la decisión de los jueces; en las demás, sacó del combate a
sus oponentes con los puños. Sus primeros 17 triunfos los consiguió por knockout en el primer asalto.
Pero todo mito tiene un componente trágico. Valero venía de la
precariedad de un hogar desestructurado en las profundidades rurales de
los Andes de Venezuela.
Probó las drogas desde muy joven. En 2001 sufrió un accidente en
motocicleta que le produjo una lesión cerebral. Esa condición le impidió
durante muchos años conseguir la licencia para pelear en Estados
Unidos, aunque el propio púgil atribuía la negativa a otra razón:
furibundo seguidor del comandante Hugo Chávez, se había hecho tatuar el rostro del líder bolivariano -bestia negra para el "imperialismo norteamericano"- en el pecho.
Chávez lo tuvo de invitado en su programa maratónico de los domingos.
Valero era útil por su endoso del proceso revolucionario, lo que llevó a
la propaganda oficial a pasar por alto otro historial del boxeador:
decenas de inconvenientes con la policía, incluyendo múltiples
incidentes de violencia doméstica.
En abril de 2010, a los 28 años de edad, la vertiginosa existencia de
El Inca Valero llegó a su fin. Poco antes de viajar a Cuba para
ingresar a un programa de rehabilitación, asesinó a su joven esposa. Dos
días más tarde, se colgó de los barrotes de su celda.
La parábola de gloria y debacle de Valero era material de primera
para el cine de boxeadores, un género clásico del llamado séptimo arte.
Así lo identificó el joven director venezolano Ignacio Castillo Cottin,
quien el 25 de noviembre estrenó su segundo largometraje, El Inca.
Pero la cinta, tras dos semanas de exhibición y de que casi 15.000
espectadores alcanzaran a verla, no pudo mantenerse en cartelera . El 14
de diciembre una acción del juez Salvador Mata García, encargado del
Tribunal segundo de Protección del Niño y Adolescente de Caracas, ordenó
retirarla de las salas, borrar todas las copias y confiscar el archivo
maestro. Con ello respondía a una petición de dos hermanos y la madre de
Valero, quienes alegaron que la película, producida sin autorización de
los familiares, contiene "escenas dantescas" que podrían afectar a los
menores hijos del boxeador.
El director, hijo de uno de los periodistas de oposición más
reconocidos en Venezuela, Leopoldo Castillo -ahora expatriado en Miami-,
se rehúsa a dar una explicación política a la censura de su filme:
"Este es un tema tan delicado que simplificarlo desde el punto de vista
de la polarización política del país equivale a banalizarlo en cierta
medida", dice en conversación por vía de Skype con EL PAÍS. "Acá estamos
hablando de la libertad de expresión, del derecho que tiene de la gente
de ver lo que quiera, incluso, de la vigencia de la Ley de Cine, temas
importantes para cualquier ciudadano. Reducirlo a un asunto partisano no
contribuye a construir nada importante para el país". Cita el apoyo
recibido desde cada una de las seis asociaciones que componen el
archipiélago del gremio cinematográfico en Venezuela, como una prueba de
que su causa trasciende las parcialidades políticas.
"Agotaremos todas las vías legales que corresponden, llegaremos hasta
la Corte Interamericana si es necesario, para que la película regrese a
las salas", jura Castillo, pues "acá no se puede dejar un precedente de
cualquier juez puede bajar la película que quiera". Mientras en la
plataforma de internet Change.org algunos ciudadanos promueven un
petitorio público para que la película sea exhibida de nuevo, la primera
manga legal para conseguirlo debe tener lugar este lunes en el tribunal
del caso.
Castillo relata que mantuvo buenas relaciones con la familia del
fallecido pugilista "hasta que me exigieron que Luis, uno de los
hermanos de El Inca, fuera el protagonista de la película. Entonces
tuvimos una ruptura. Yo no podía aceptar eso. Mi película es un proyecto
serio y con un papel protagónico muy exigente desde el punto de vista
actoral". Los Valero llegaron a intentar un recurso ante la agencia
venezolana de protección de la propiedad intelectual, fallida, hasta que
Edwar, el hermano mayor, su hermana Yaurima y su madre, María Eloísa,
se constituyeron en parte ante el tribunal.
A pesar del contencioso, Castillo dice que ha mantenido una de sus
promesas iniciales, la de destinar un diezmo de las ganancias de la
cinta a beneficio de los hijos de Valero. Para ello constituyó una
fundación en conjunto con el Consejo Mundial de Boxeo (CMB), la
institución que en su momento validó los cetros del boxeador venezolano.
"Ya hemos introducido un escrito para que la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia conozca del caso", argumenta, "pues en él
se discute sobre un derecho fundamental, como lo es la libertad de
expresión"
Os ponemos el enlace a la noticia:
No hay comentarios:
Publicar un comentario