Leemos en "El Espectador" este testimonio de Leo Felipe Campos:
En Venezuela, la gente combate a diario contra algo o contra la ausencia
de algo, pero sobre todo contra el otro, ya no un adversario sino un
enemigo al que desearía borrar o ver tras las rejas.
No tenía diez años cuando nos sacudieron los hechos. Era un niño y
vivía en Caracas en una zona popular de clase media flanqueada por
barriadas pobres, con destacamentos militares alrededor. Vi muertos en
televisión y escuché anécdotas sobre escapes y persecuciones, saqueos y
detenciones masivas. 1989. El presidente de Venezuela era Carlos Andrés
Pérez.
Mi madre recibió una llamada telefónica. Marzo, primera
semana. Sus lágrimas me hicieron entender que algo pasaba. Le contó a
una vecina que la hija de un amigo había sido asesinada de un disparo.
El gobierno había decretado toque de queda. La chica vivía en un
apartamento y se estaba cambiando la camiseta en su alcoba, junto a la
ventana. Segundos después de subir las manos, recibió el balazo de un
francotirador desde un puente cercano. Este amigo y su hija vivían en El
Valle, como nosotros. Por eso mi mamá me dio dos órdenes: no acercarme a
la ventana y lanzarme al suelo cuando sonara una ráfaga de tiros.
Eso
fue durante el Caracazo, una semana de confusión, saqueos y
ajusticiamientos. Miles de personas salieron a las calles y atacaron,
sobre todo, comercios: un levantamiento popular contra el gobierno, que
previamente había anunciado medidas macroeconómicas de corte liberal.
Nadie lo vio venir, aunque la inflación era altísima, igual que el
descontento general. El Ejecutivo respondió con fuerza criminal. Se
estiman al menos mil muertos en cinco, seis, siete días.
Altos
funcionarios insisten en situar el germen político del chavismo en esta
revuelta, que dejó un profundo reconcomio detrás de las fosas comunes.
Muchos opositores al gobierno actual no cesan de comparar la crítica
situación que atormenta a Venezuela con un supuesto caldo de cultivo del
que puede germinar otro estallido popular como el de 1989.
Si me
preguntan, unos y otros responden a una realidad que nace de miedos y
deseos, y este es apenas un ejemplo de la irreconciliable visión de
nación que reina en ambos polos de Venezuela.
¿Qué está pasando en
el país? Antes de responder con datos insuficientes remarcaré que
previo al chavismo no se vivía en la postal turística que muchos
pretenden, y que hoy en día abundan personas, lugares y acciones
positivas a lo largo y ancho del territorio. Por supuesto, hablo de más
de treinta millones de habitantes, no de una caricatura o un panfleto.
Si escribo tamaña obviedad es porque sé que hay cretinos que necesitan
escuchar que el agua moja.
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