Leemos en "La vanguardia":
Venezuela está presente en la política española desde hace
muchos años. Podríamos remontarnos al exilio del dictador Marcos Pérez
Jiménez en Madrid en los años sesenta, bajo la protección de Franco.
Venezuela dejó huella en la transición. El socialdemócrata
Carlos Andrés Pérez, más conocido por las siglas CAP, pletórico
presidente durante la segunda mitad de los años setenta, en un momento
de extraordinarios beneficios petroleros, fue uno de los grandes
valedores de Felipe González en la Internacional Socialista y en el
entramado político latinoamericano.
A finales de los ochenta, el hombre del milagro económico
intentó reanimar un país convulso por la bajada de precios del crudo y
el endeudamiento. No lo consiguió. El caracazo le estalló en las manos
en 1989.
Revuelta, saqueos, represión policial, más de doscientos
muertos, dos mil desaparecidos y el germen de un fracasado golpe
militar, que en 1992 tendría como principal protagonista al teniente
coronel Hugo Chávez Frías. CAP fue destituido por el Congreso Nacional
en 1993 bajo la acusación de corrupción. Felipe González asistió con
dolor a la caída de su gran amigo.
En 1999, rotos y totalmente desprestigiados los partidos tradicionales
venezolanos, Chávez ganó las elecciones con un programa socialista,
titulado “bolivariano”, que en España entusiasmó a Izquierda Unida y a
sectores del PSOE (no a González).
Jóvenes politólogos vinculados a IU
llevaron a cabo labores de asesoría en Venezuela a principios de siglo.
Allí estaban los futuros fundadores del partido Podemos. El bolivarismo
avanzaba en Latinoamérica.
El petróleo rendía, las arenas bituminosas
del Orinoco prometían un largo periodo de beneficios y nadie sospechaba
en Caracas que la estrategia saudí para frenar la autosuficiencia de
Estados Unidos (gracias a las técnicas extractivas defracturación
hidráulica) provocaría, junto con otros factores, una brutal caída de
precios en 2014.
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